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Después de todo



Después de todo lo que perdí y perdimos,
de lo que se perdió por algún agujero del tiempo,
me queda, nos queda, lo que nunca cambia, 
el sonido de la lluvia en la piel de las calles,
el sabor de la fruta en las cálidas tardes,
la vital caricia de esta o aquella mano,
las conversaciones de fuego y humo, la música
marcando el tiempo o deshaciéndolo,
el silencio, el amor que nos afirma o nos diluye,
y la palabra, esa dulce expresión del vértigo.

Me queda, nos quedan, los ojos siempre abiertos, 
el sol mirándonos más allá de las nubes,
el agua, el aire, las serviciales manos
y algún nombre que nunca dimos al olvido;
me queda, nos queda, el amor a lo desconocido,
lo único que realmente nos pertenece,
eso que ni aún la muerte podrá arrancarnos;
después de todo lo que perdí y perdimos,
de lo que se perdió por algún agujero del tiempo.
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Como el hielo despierta

       Imagen: Dentro del bosque de Armentia. Benito Herreruela.


Para Angela Serna.


Estremecer y reflejar
lo que nos rodea,
como el agua
reflejay estremece
lo que la lluvia implora.
Escuchar y acompañar
al corazón que late,
y a las palabras en el aire
que caen como las hojas.
Y golpear el tiempo
hasta agujerearlo,
hasta romperlo y abrirlo,
como las gotas rompen
la dureza de las rocas.
Y despertar,
como el hielo despierta
cuando el calor
abre al agua
la posibilidad
de todas las formas.

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Son tormentas prefabricadas las que nublan el cielo

Fotografía: Sarolta Ban

“Todo poema corre el riesgo de carecer de sentido,
y no sería nada sin ese riesgo.” J. Derrida


Llueven imágenes sobre los tejados, las avenidas y las autopistas del mundo. Son tormentas prefabricadas las que nublan el cielo, relámpagos que crean deseos prefabricados. Deseos que no nos pertenecen.

Llueven imágenes autoluminiscentes, con una luz tan potente que no deja ver las estrellas; una luz fuerte y sin sombras, que no deja ver la noche. Una luz que se disuelve y se mezcla y se confunde con la luz del día. 

Llueven imágenes sobre los automóviles, las salas de espera y los bancos del mundo. Son imágenes que rompen la realidad, la arrugan, la agrietan. Las imágenes: los únicos espejos en los que nos miramos. Luego, nos vemos llenos de grietas, deformados, arrugados, deslumbrados por tanto autobrillo. Y por las grietas surge la desolación con su brillante aliento helado.

Llueven imágenes sobre las fábricas, las escuelas, las universidades. La tormenta prefabricada es tan espesa que empapa cuerpos que enseguida se transforman en brillantes armaduras: pulcras, lisas, pulidas armaduras. Férreas pieles de rígidos caballeros que cabalgan sobre caballos sin sangre. 

Llueven imágenes sobre los corazones y hay barcos que navegan en la sangre. Sobre los rostros se confunden con las lágrimas; sobre las manos se confunden con los dedos.

Son tormentas prefabricadas las que nublan el cielo, relámpagos que crean deseos prefabricados. Deseos que chocan y se reflejan hasta no dejar ver más que un vértigo prefabricado, un vértigo que empequeñece al ser.


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Deseos

 
Imagen: Alen Kopera.



Que de tanto usar pantallas,
reflejos parecidos a la propia piel,
teclas, dedos en vez de labios,
que de tanto no tener los ojos en el aire,
no se marchiten las propias pupilas,
no se quiebren los puentes de la garganta,
no se congelen los ríos de las manos,
ni los nidos de la calma o de la rabia.
Que con tanto alboroto y tanto terremoto
y tanta maraña y tanta artimaña,
no clasifiquemos ni nos clasifiquemos
como a mariposas recién cazadas,
no confundamos las imágenes con su disfraz,
ni la realidad con sus máscaras,
no confundamos mente con corazón,
ni lengua con oreja, ni mano con espada.
Que de tanto usar pantallas,
reflejos parecidos a la propia piel,
y ‘mouse' o ‘trackpad’ en vez de flechas y lanzas,
no ahoguemos el estar con el navegar,
ni el charlar o el relatar con computar;
que de tanto no tener los ojos en el aire,
ni los pies en el suelo, ni la boca en la cara,
no perdamos el brillo del asombro
en nuestra mirada.
Que con tanto alboroto y tanto terremoto,
y tanto barro y tanto cotarro,
y tanta pandemia y tanta polisemia,
no nos desgastemos ni desgastemos
en el tenaz y fugaz
roce de lo cotidiano.
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Creaciones




CREACIONES

 

Ojos que me miran:

pensamientos que me crean;

y que, a la vez, yo miro creando.

Pero para crear a una persona

no se necesitan todos los ojos

y todas la manos?

y todos los soles

y todas las sombras?

no se necesitan todos los sueños,

los grandes y los pequeños,

y todos los párpados bajados

y todos los párpados abiertos?

No se necesitan todas las preguntas,

y todas las respuestas;

y toda la música,

y todo el respeto,

y todo el amor,

y toda la paciencia,

y todas,

todas las palabras, 

y todo, todo el silencio?

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La luz sin la sombra es invisible

Fotografía: Olárizu, B. Herreruela


Atrapo la luz desde mi ventana
cuando lanzo al mundo
mi red de miradas,
como el pescador
que lanza desde su barca
la red al agua.
La luz menos expresiva
es la del mediodía,
porque empequeñece las sombras 
y aplana los objetos.
Más luz no implica ver más.
Las sombras forman parte
del juego de ver: son luz
también deslumbran.
Más luz no implica ver más:
la luz sin la sombra es invisible.
¿Y cómo atrapar entonces lo invisible?
Haciéndolo chocar contra la vida.
La vida que siempre será
luz y sombra.

                                  

Algunas fotos hechas desde la ventana:
























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Sigue cayendo un fuerte lluvia sobre el mundo




(Una letra improvisada como diálogo con la letra
 de la canción A hard rain's agonna fall  de Dylan)



Sigue cayendo una fuerte lluvia sobre el mundo,
Los pájarosn han olvidado cantar su canción.
El día pasa sin luz y la noche no es oscura.
Las calles brillan tanto que confunden al sol.

Ahora un poni lame los ojos de un niño muerto.
Los hombres prefieren el amor de ficción,
y la joven cuyo cuerpo estaba ardiendo
es ahora una lágrima en el eco de una voz.

Sigue cayendo una fuerte lluvia sobre el mundo
y el sonido de los truenos despiertan el dolor
del poeta que sigue muerto en la cuneta
y del payaso que llora en el frío callejón.

Las caras de los verdugos siguen escondidas,
y niños sangrando y muriendo por televisión,
y la gente ahora es más y sus manos más vacías,
y hay mucho dinero echando veneno en su corazón.

Las autopistas no dejan ver el brillo de la luna.
Ya no hay lobos salvajes en los sueños de acción.
Los martillos cambiaron su cabeza por pantallas.
El orador ha transformado su garganta en un arpón.

Sigue cayendo una fuerte lluvia sobre el mundo,
Han olvidado los pájaros cantar su canción.
El día pasa sin luz y la noche no es oscura.
Las calles brillan tanto que confunden al sol.
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Escribir

Fotografía: Masao Yamamoto


Escribir no es un actividad grata. Interiormente sí, pero no siempre: sólo de vez en cuando. Mantiene la atención en cosas que importan. A saber: qué están tramando pensamientos y sentimientos mientras tomas el café de la mañana, qué emociones alimentan los impulsos cuando empieza o se acaba el amor o cuando no llega el dinero y sí llega la rabia,  o qué sientes cuando observas la injustica disfrazada de leyes o de pantallas,...y cosas así, hasta llenar muchas páginas.

A veces se dice que escribir es una manera de meterse dentro de uno mismo, y lo es sin duda. Pero con el tiempo resulta ser una manera de tomar distancia. Tomar distancia para ver el mundo. Y para verse. Socialmente, sin embargo,  no resulta una actividad grata. Pero no siempre: sólo de vez en cuando. Los poetas están tan lejos de la poesía como los astronautas de las estrellas, o los guías turísticos de las lugares que muestran, tan lejos como los profesores están de lo que enseñan, o los arqueólogos de las cosas que desentierran. Lo que pasa es que a base de nadar uno llega a ser río, aunque nunca sea agua. Siempre me ha interesado la poesía; pero no siempre, sólo de vez en cuando, los poetas. Y me incluyo.

Supongo que, como decía Gelman, escribimos porque tenemos un pájaro dentro que necesita cantar. Necesita hacer pío pío porque su naturaleza es hacer pío pío. Así vamos dando presencia a nuestro canto, a nuestras alas y a nuestro árbol en medio de tantos otros sonidos de la selva, y de tanta sombra y tanto frío y tanto árbol. Luego está todo eso que les ocurre a los pájaros cuando llega el invierno y meten la cabeza debajo de un ala, o se quedan dormidos sobre una pata, sobre una rama que tiembla… Y también ellos tiemblan.

Pero eso es ya otra canción. Y a mí lo que realmente me gusta es el silencio. Aunque no siempre: sólo de vez en cuando.

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Se me olvida el olvido


Remedios Varo - El Encuentro, 1962


Se me olvidan los borrones, los tropiezos, las tiritas;
se me olvidan las miradas de reojo, las grietas en los verbos,
las palabras lanzadas a papeleras virtuales y físicas.
Aunque no están en la página, forman parte de la trama,
y a veces son sombras, significados en los que me cobijo,
o significantes vacíos que toco hasta que me abrasa su frío.
Se me olvida la soledad de los puntos y aparte,
las horas planas, tan calladas,
el reflujo de la tristeza al filo de la tarde,
los atascos en las fuentes de la boca,
los instantes, tan frecuentes, en los que nada moja,
y esos otros en los que el sentido no tiene dirección,
o aquellos en los que la dirección
resulta no tener sentido.
Se me olvida a menudo lo que sueño
y también, tan soñado, lo que vivo;
se me olvida lo que callo y lo que toco,
y también, tan callado, lo que escribo.
Y así, finalmente, sin remedio, poco a poco,
se me olvida el olvido.


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Siempre estuvimos ciegos.



Siempre estuvimos ciegos —dijo. Fue con ojos prestados como vimos el mundo. Nos dieron lo desconocido en dos pedazos imaginarios y con ojos prestados nos contaron un relato rectilíneo, con principio y con final, con buenos y con malos. Ordenada la trama, la voz y el silencio, pinchada cada palabra con alfileres, con bombas o espadas, nuestros propios ojos siempre estuvieron cerrados.
Siempre estuvimos ciegos —continuó diciendo. Porque los ojos que ven nunca fueron un regalo. Los ojos prestados se fundieron con los ojos propios que nunca habían mirado. Los odios y las guerras, los triunfos y fracasos, fueron sólo por unos u otros ojos prestados. El precio pagado, uno u otro significado. Uno u otro el principio y el final. Unos u otros los buenos y los malos. Plegado todo y guardado, con aspiración eterna, en cajones clasificados y blindados.
Siempre estuvimos ciegos. Porque los ojos prestados sólo ven de forma imaginaria. En la naturaleza no existe la línea recta; no hay principio,no hay final. Los ojos propios no pueden mirar de manera involuntaria. Los ojos propios no pueden ver de manera inconsciente, sólo pueden soñar cuando están despiertos.
Siempre estuvimos ciegos —concluyó. Los ojos propios ¿qué ven?¿acaso miran?
 
 
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Para que tu estés leyendo hoy estas palabras



Para que tu estés leyendo hoy estas palabras
y para que yo haya podido escribirlas y coserlas
como quien cose un roto insostenible,
han hecho falta mucho calor y mucha luz
y tanto azar como puede contener el tiempo,
que más allá de los relojes semeja el infinito;
han hecho falta dolor y mucha solidaridad,
y también soledad y silencio, y tanto amor
como aire y agua y fuego contiene el mundo.

Para que tu estés leyendo hoy estas palabras 
y para que yo haya podido condensarlas
como se condensa el agua en las gotas de rocío,
han hecho falta tanto sudor y tanto coraje,
y tanta muerte y tanto corazón y tanta guerra,
y tanta lluvia y tanto viento y tanta sangre, 
y nubes de polvo chocando y apretujándose,
y estrellas brillando hasta agotar todas sus fuerzas,
y tantos átomos cambiando de núcleos y de eras.

Para que tu estés leyendo hoy estas palabras
y para que yo haya podido escribirlas y coserlas
como quien cose un roto insostenible.


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Pensar, sentir, hacer, callar.




Hacia la luz, Pierre Pellegrini


Ir hasta donde nacen los pensamientos. Sentarse a observar cómo construyen caminos que avanzan y dan vueltas,  o se detienen y desaparecen.
Cuando fluyen, enseguida se transforman en imágenes que cambian como humo, como nubes moviéndose y disolviéndose en el cielo mientras llueven. Cuando se bloquean, forman charcos de palabras que acaban siendo lagos profundos.
Entonces también surgen imágenes. Algunas flotan en la superficie y pueden ser rescatadas. Son imágenes borrosas o claras, que acaban siendo poemas, o textos improvisados sobre cualquier soporte, o danza, o trazos sobre un lienzo, o silencio.
Otras se hunden, dando vueltas, en lo profundo, inalcanzables, inexpresables. Cubiertas por el barro del olvido mueren como fuegos de artificio en el cielo de una noche, o acaban siendo fósiles en capas sombrías e insospechadas de uno mismo.
¿Dónde están las emociones en todo esto?  Ahí están también. Inseparables. Las emociones son como la fuerza de gravedad: invisible pero siempre presente. Las emociones dan fuerza y forma a los cauces del pensamiento, modelan las intenciones de hacer o no hacer. Impulsan el acto. 
Allí donde nacen los pensamientos. Sentarse a observar. Como cuando miramos asombrados un cielo estrellado. Sentarse, callar, y tal vez soñar.
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Niebla

 
Blanco sobre blanco, Kazimir Malévich



NIEBLA

El cielo se ha tragado el horizonte.
Estoy escribiendo un poema
ahora mismo.
Pero los versos parecen desaparecer
a medida que los escribo,
como si escribiera con tinta invisible,
como si la página se tragara
todo lo que digo.
Los montes que contemplo desde casa,
cubiertos por la niebla
han desaparecido.
Y cuando escribo con la mirada,
si en la página esbozo un horizonte,
se nubla mientras miro.
Qué extrañeza siento cuando esto sucede.
Sé que forma parte de las palabras
desaparecer
como si no pudieran contener
ningún sentido
-a ratos, lo sé,
son sólo significantes vacíos-.
Bien abrigado,
salgo a caminar en la niebla:
me gusta no saber
dónde está la casa o el árbol,
o el principio o el final
del camino.
 

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Excesiva certeza

TribuT, Jean Luc Cornec


Para que no se infecte la herida
de la excesiva certeza,
¿no sería saludable
que un rato cada día
dudáramos de todo?
Antes de acabar entre los muros
de alguna verdad absoluta,
o de que nuestras palabras resuenen
como productos que caen
de esas máquina expendedora
de veinticuatro horas.
Antes de que la rutina nos imponga
la ilusión de haberlo visto todo,
o de que el telón baje y los aplausos
nos sorprendan dormidos y sordos,
 ¿no sería mejor andar sin rumbo
un buen rato cada día
hasta encontrarnos
perdidos y confusos?
Así, llenos de dudas,
perdidos y confusos,
al menos durante un rato,
cada día estaríamos de nuevo
en situación de encontrar
largos y humildes silencios.
Y al fin, quizás, encontraríamos
nuevas preguntas.
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Telarañas

Fotografía: Chema Madoz.

Entre las ramas de un árbol, telarañas cargadas de palabras, hilos de significados que se confunden con la niebla. 
 En esta telaraña nos comunicamos, no más hondo, sino más rápido. Los pegajosos hilos se fracturan como espejos mordidos por interferencias. Los mensajes agujerean al receptor. Absorben su energía. Sin darse cuenta, el receptor se convierte en un colador. Lleno de agujeros, no puede contener nada. Así queda, vacío, atrapado en la tela de araña.  
Entre las ramas de un árbol,  telas de araña que son trampas para la atención ignorada. Como en la magia del ilusionista, el truco está en la velocidad y en la desviación de los ojos de lo que realmente importa. Entonces, la ‘magia’ sucede. La araña parece no existir. Está disfrazada de bosque, de luces, de sombras. Quizás espera sin prisa, segura de sus capturas, camuflada, entre grietas de nuestra mente. 
Entre las ramas de un árbol, dos espejos enfrentados: una tela de araña y nuestra mente. Enfrentados y obligados a reflejarse y distorsionarse mutuamente. La telaraña refleja nuestra mente. A su vez, la mente interpreta como un relato propio la tela de la araña. Se produce una emoción de infinito. Pero luego, la nada.
Entre las ramas de un árbol, telarañas cargadas de palabras, hilos de significados que se confunden con la niebla. Eficaz trampa, pero ¿dónde está la araña?.
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DE TIRANOS Y MERCADERES

Imagen: Eugenia Loli (collage).





Qué ingenuos eran los tiranos y los mercaderes
de los esclavos de antaño.
Hoy las cadenas y las cárceles no son gratis,
es necesario comprarlas en las subastas
y en las redes y los mercados del mundo.

Hoy se venden cárceles hechas a la medida
de cualquiera de nuestros deseos,
de cualquiera de nuestras necesidades,
y hay tutoriales paso a paso indicando
como se construyen los mejores barrotes.
Hoy puedes elegir si quieres tu cárcel
con ventana o sin ventana,
con ojos y oídos en las paredes o sin ellos;
o si quieres vivir con espejo o sin espejo.

Qué ingenuos, 
regalaban las cadenas y las cárceles
y se creían dueños y amos del mundo.

Hoy cada cual es su propio dueño y tratante
y su propio tirano,
y el exclusivo mercader
de su propia esclavitud.
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Sólo palabras. Y no.




Las palabras son nubes. Van y vienen.
Se dejan caer como lluvia sobre la página.
Son tinta diluida, charcas que reflejan
sombras del pensamiento. 
Y no.

Las palabras son tijeras. Recortan lo que vemos.
Contornos de espacios vacíos o llenos.
Vacíos que adoptan la forma
de nuestros silencios. 
Y no.

Las palabras son agujeros en la piel que nos separa,
remiendos en los párpados, hilos que enhebran
collares de esperanzas. Toboganes que conducen
con vértigo hacia dentro.
Y no.  

Las palabras son ojos que palpan
lo que no puede ser tocado;
son huellas que marcan recorridos
en la arena de unos labios.
Y no.  
Las palabras son sólo palabras.
Y no.
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Nostalgia del presente

 
"Take my breath away" de Marcwildpassion

En aquel preciso momento el hombre se dijo:/ Qué no daría yo por la dicha/ de estar a tu lado en Islandia/ bajo el gran día inmóvil/ y de compartir el ahora/ como se comparte la música/ o el sabor de la fruta./ En aquel preciso momento/ el hombre estaba junto a ella en Islandia. (J.L. Borges)


Cargados de pesados equipajes. Como terminan los destinos cuando ya no hay viaje, ni casa, apenas un maltrecho cuerpo al que volver. Aquello acabó quizás antes del inicio del viaje, cuando ya sólo hubo rutinas, acciones vacías, o sombras moviéndose sin objetos entre las miradas sin caminos. O terminó cuando ya no hubo luz en la mirada.

Pero no acabó la nostalgia. Quizás sí, las preguntas. ¿Había un presente sin ella, sin él? ¿Dónde, cuándo, cómo? La nostalgia estaba cargada de sabores compartidos, de sonidos proyectados como un mismo aire respirado; la piel como una prolongación de la otra piel, las salivas mezcladas como se mezclan el sabor de la fruta y el tacto de los labios. La nostalgia era la sombra del vivir el mismo instante y que ese breve tiempo pudiera intercambiarse: tan pronto fuera espacio, tan pronto fuera tiempo. La nostalgia del presente era eso, nostalgia del tiempo y espacio siendo por fin una y la misma cosa.

En aquel presico momento el hombre se dijo: qué no daría yo por la dicha de estar totalmente en el ahora, bajo el gran día inmóvil y de compartir la muerte de cada instante como se comparte la luz que nos envuelve. En aquel preciso momento el hombre estuvo abrazado a la luz un breve instante. Pero enseguida comenzó la nostalgia del presente.
 
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Dibujo


©Evenliu photo manipulation


Dibujo una barca. Perfilo despacio, con detalle. Luego, entro en ella con los pies desnudos. Todavía la tinta de las líneas está fresca cuando piso el fondo, así que mis pies se manchan y dejan huellas mientras avanzo despacio a sentarme en la proa.
En la barca, en su fondo, como si de peces se tratara, hay palabras que se agitan húmedas, agonizantes, casi muertas. Reconozco la palabra 'amor'; también, la palabra 'muerte'. A pesar de las apariencias, las dos siguen vivas y coletean y saltan, y suenan como látigos sobre el casco. Es un sonido seco, apagado. Pero están aún tan vivas que logran saltar de nuevo al agua y oigo el chapoteo cuando penetran en la superficie sin dejar rastro. Finalmente, las veo alejarse ágiles buscando el fluir profundo de las aguas.
¿Actos así crean el mundo? ¿palabras casi muertas que despiertan y saltan cada día de un mundo de cosas planas?
También veo la palabra ''Justicia' agonizante cerca de la proa de la barca. Veo la palabra 'Libertad' con sus branquias saturadas de espumas. 'Justicia' y 'Libertad' no parecen estar ya con fuerzas para saltar. No se mueven. Apenas se agitan. Parecen haber estado dando vueltas, durante siglos, en una noria imparable. Sin respiración. Casi sin significado. Casi secas. Casi cáscaras. Justicia y Libertad.
Ahora dibujo una orilla, remato la barca atándola a un árbol cercano. Dibujo un camino que serpentea hacia un horizonte lleno de ramas, de ojos y de labios. Dibujo también unas botas manchadas de tinta. Y sigo el camino, sin prisa, línea a línea, trazo a trazo, por este mundo de cosas planas.
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Por eso

Escultura: Nazar Bilyk

Porque coleccionamos
sombras y sueños
en ciudades hechas
de metales ciegos;
porque bajamos
hasta el corazón
y hallamos
calles vacías de aliento
en días inciertos. 
Porque no estamos ilesos,
por eso.
Porque nuestra garganta
gritó derechos,
palabras como cataratas
de roca ardiendo;
porque somos
el eco de un tiempo
que quiso quemar
deseos con vértigos.
Porque compartimos
silencios,
por eso.
Por eso te miro
y resulta a la vez mirarme
un momento,
y resulta ver que yo soy tú
y tú eres yo,
gotas de lluvia
de un mismo cielo
buscando el mismo
común océano.
Por eso.


De 'El Jardín roto' [1977]
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Tantas voces hablando a la vez.



—¡Tantas voces hablando a la vez!¿cómo distinguir la tuya?—dijo mientras me miraba tapándose los oídos. 
Se superponen, se multiplican, chocan como bolas de billar y saltan significados que son añicos de un espejo roto; saltan hacia orejas perforadas, hacia cajas registradoras, hacia bolsillos sin retorno,  pero nunca hacia los agujeros, sino fuera, siempre lejos de la mesa, lejos de las manos que esperan.

Alguién dice ‘amor' y la bola choca con otra que dice ’tormenta’, y lo que se oye es ‘cierra la puerta que entra frío'. Y la puerta se cierra, quizás para siempre.
Alguién dice ‘muerte’ y la bola se incrusta con otra que dice ‘miedo' y lo que se escucha es ‘hace frío en mi frente’. Y deja de pensar, quizás para siempre.
Alguién dice ‘voluntad’ y la bola busca otra con la palabra ‘consciencia’ y se detiene confundida porque no encuentra ninguna, sólo nieblas y objetos derritiéndose. Y deja de hacer, y de querer saber, quizás ya para siempre.

Suenan como balas perdidas que rebotan una y otra vez contra las mismas paredes elásticas. A veces se suman, otras se restan. Saltan hacia párpados pegados, hacia números mudos y ciegos, hacia bolsillos hechos de colmillos,  pero nunca hacia los agujeros, sino fuera, siempre lejos de la mesa, lejos de las manos que esperan.
—¡Tantas voces hablando a la vez! ¿Y la mía?-dijo. Y, ¿cómo dintinguir la tuya?
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La mirada de los árboles





 


Hace unos días, al detenerme en un semáforo en rojo -frente al edificio del Palacio de Justicia- sorprendí a un árbol mirándome. Me ocurre de vez en cuando, sobre todo durante el otoño. Sin bajarme del coche, casi como un acto reflejo, saqué una pequeña cámara de fotos que siempre llevo conmigo, e hice dos clics casi seguidos, antes de que el semáforo cambiara a verde. Una de las fotos quedó borrosa. La otra es la foto que comparto junto a esta nota.
¿Que por qué nos miran? Sospecho que nos miran porque en otoño se va cayendo la luz de nuestros cuerpos. Durante el otoño, el lirismo de los árboles se acrecienta, y va dejando paso, poco poco, a la tragedia: en invierno, el dibujo de las ramas contra el cielo es un drama escrito con brochazos retorcidos de tinta negra.
Nos miran por lo mismo que nosotros les miramos. A fin y al cabo, nuestras células contienen todo su lirismo y toda su tragedia. Como las hojas, nuestras células transforman la luz en energía y mueren renovándose en su propia primavera.
Creo que los árboles no se dan cuenta -como nosotros no nos damos cuenta de tanto- que se van adormeciendo poco a poco y cayendo en su sueño de savia casi quieta. Nos miran desde ese sueño.
Pero ellos también ven cómo nosotros nos vamos apagando hasta quedar ensombrecidos en el frío de nuestras rutinas sordas y ciegas. También nosotros les miramos desde nuestro ver adormecido. También nosotros, como ellos, y a la par, nos vamos quedando sin hojas, desnudos tras el escudo de nuestras duras cortezas.
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Sin raíces

Foto: Sabolta Ban



SIN RAÍCES

—No tengo raíces —dijo. Las perdí. No recuerdo cuándo.

Sin raíces, la sangre tiende a ponerse espesa y te sientes extranjero en cualquier lugar. El mundo resulta ciego y hostil como una balsa en la noche, lleno de sonidos que no sabes qué significan, ojos que te interrogan detrás de cada frontera, gestos que buscan una respuesta, cuando ni siquiera logras entender la pregunta. Sin raíces, cualquier suave brisa te arrastra en su dirección, y no hay nada que detenga tu vagar sin rumbo de tormenta en tormenta. Te conviertes en una hoja que no sabe a que árbol pertenece, en una pluma caída en la corriente de un río. Y te vas secando poco a poco, como las hojas en otoño, cambias de color hasta quedarte sin luz. Una vez seco, cualquier emoción puede inflamarte. Y un día ocurre, sin darte cuenta, te inflamas, te conviertes en llama. Y enseguida sólo eres cenizas. Polvo en el polvo.

Sin raíces, aprendes qué significa el azar. Y también que sólo hay azar. 
 
Pero puede ocurrir que el azar te regale alas. Que te crezcan invisibles después de un tiempo en la oscuridad. Si tienes esa suerte, entonces te sentirás libre, muy libre, porque cuando aprendes a usarlas, no hay nada ya que pueda sujetarte. Es doloroso, muy doloroso, el crecimiento de las alas. Y una vez que crecen, ya para siempre estarás solo. Solo, pero libre. Como el albatros del poema de Baudelaire, libre y bello agitando tus grandes alas en el cielo, pero torpe y ridículo caminando por el suelo.Huirás de todos los suelos. Vivirás en todos los cielos. Sin raíces, serás un principe de las nubes.

—Me crecieron alas -se oyó murmurar.

Siguió un revoloteo, un agitar de alas que levantó el polvo acumulado en el polvo.

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Trabajando expresión con personas con autismos


Piensan en imágenes claras. Algunos, en imágenes rotas. Sienten sin entender qué es el sentimiento. Quieren, y no entienden eso, porque el amor es complejo. -¿Amor?¿Qué es el amor? -dicen cuando escuchan esa palabra en las canciones. -¿Amor? dicen -los que dicen, los que hablan. -¿Amor?¿Qué es el amor? Dicen lo que no dicen ni callan ni hablan. Yo, callo. El amor es nuestro primer síntoma de que somos seres sociales -pienso.
Sus silencios son puentes entre silencios. Nuestras palabras son puentes entre palabras. Nos subrayamos con palabras. Nos hinchamos con palabras. Nos deshinchamos en silencios. ¿Cómo construir puentes entre puentes, puentes entre sus silencios y nuestras palabras?.
Resbalo contínuamente con ellos. Pero poco importa. Resbalo como quien resbala disfrutando en un tobogán. Confío mi garganta a palabras como peces, y sé que se resbalan de mis labios, y que les llegan como un invitación a ser, a actuar. Es lo que busco, que sean; a través de colores, de manchas, de líneas, de puntos, de escapes, que sean aún a través de no ser. Eso es hermoso.
Resultan ser peces voladores -mis palabras-, y saltan -ellos. Me doy cuenta que hablan conmigo -ellos- mientras hablo conmigo mismo, que hablan con ellos -sus líneas, sus trazos, sus gestos- mientra hablan callando, que hablo con ellos mientras callo conmingo mismo, que callamos juntos al fin, y que al fin, muchas veces hablamos sin hablar, nos miramos cómplices, entendiendo -no hace falta comprender- que somos simplemente humanos.
Se golpean, se escurren o se aplanan, no entienden que el mundo y nosotros no seamos como las imágenes previsibles, ordenadas y concretas de su mente. Una vez conocida, construyo su previsibilidad para hacer un espacio compartido. Con cada persona. Ahí, juntos, estamos. A veces me corto, me hago heridas que sangran adjetivos; ellos los escuchan, pero sólo ven un pájaro que revolotea asustado, una sombra posada sobre la previsible imagen de nuestro ser compartido.


Benito Herreruela,
Talleres de Expresión Artística
de Autismo Araba
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Así, mis huellas.


Me detengo. Miro hacia atrás para observar el dibujo que trazan mis huellas. El camino se eleva. Las huellas se cruzan y dan vueltas entorno a vacíos y ecos, y  rodean palabras y silencios que no sé dónde me llevan. Mis pensamientos, mis emociones, no mi cuerpo, son el peso que marca esas huellas.
Van, vienen, avanzan, retroceden, se detienen. Cuando alcance una mayor altitud quizás pueda ver el significado. Construiré entonces un relato con sus formas, para saciar mi sed de sentido. O quizás calle,  muchas veces el silencio es el relato más certero.
Ahora recuerdo. Las  huellas que dan vueltas,  las que se cruzan y superponen, fueron un caminar en la noche. Mis ojos no veían. Caminé con los párpados bajados,¿cuánto tiempo?. ¿Vivimos con los párpados bajados?. Ojos indagando en la niebla, sin brújula, sin horizonte. Pero cuando tuve una brújula, en pleno día, ¿qué magnetismo marcó el norte?, ¿acaso mis deseos?, ¿mis sueños?, ¿acaso mis miedos?, ¿el amor?, ¿el desamor?,¿qué esperanza?. 
Las gotas de tinta penetrando en el agua de un vaso, ¿crean un caos o un orden?. Así, mis huellas.
 
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