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Propoética





La forma es sólo una extensión actual del contenido.

El tema no es importante.
Importa más el juego, el descubrimiento, el compromiso con la palabra.
Un poema es energía y esa energía busca pasar al lector desde donde se encontró:
una emoción, un pensamiento, una incertidumbre, un ritmo, una sensación…

El que lee revive el momento de la escritura,
allí donde toda percepción o expresión ha de llevar inmediatamente a otra.

Importa lo que se hace en el poema,
lo que ocurre dentro de uno mientras está ocurriendo el acto de la escritura.
Lo que se dice es anecdótico casi siempre.

Las palabras no son más que un truco;
siguen a lo verdadero como una sombra sigue a su objeto.
Las palabras son sombras, sombras generadas por una luz interior.
Lo que importa es la luz;
sin esa luz las palabras son sólo cáscaras vacías,
formas huecas flotando en el tiempo.




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La renuncia






Una ventana abierta atraviesa
la cabeza nevada de un hombre.
En la calle, una batidora invisible
mezcla las miradas perdidas.

En el aire flotan ojos dibujados
sobre hojas de otoño recién caídas,
y animadas bocas murmuran en los tejados
que nada es verdad ni es mentira.

Mordemos el sol y nos alumbramos con la tierra,
la vida se quiebra delante de una estatua;
a veces sólo somos capaces de ver
la cucaracha que todo lo come: el tiempo,
ese chicle que nos pega los párpados.

--Aquí acaba todo veneno, toda palabra
-dice el hombre mientras cierra la ventana—;
aquí cesa toda jaula de espejos.
He renunciado a todo para llegar a mí mismo
y desde  mí mismo quiero llegar a todo.

Y se le ve alejarse murmurando:
--No hay mentira sin miedo.
No hay sueño sin muerte.
El mundo es el sueño de los muertos.
El amor es el sueño de los vivos.






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Calma




Meter las manos en los bolsillos y caminar
-sin rumbo, sin prisa, sin origen ni destino-
es a veces suficiente para encontrar calma.
Quizás busque entonces la soledad como semillero,
o desgaste las calles una vez más
hasta reivindicar mi rostro intacto.

Son momento fugaces, como estrellas 
que sólo existen por su luz.
Son momentos de poner cada cosa
en su sitio, cada sitio
en su cosa.

Por ejemplo, hoy he encontrado
que el mundo era mi reflejo,
también que yo era reflejo del mundo;
y aunque su reflejo, que era el mío,
y mi reflejo, que era el suyo,
no daban la medida que contienen,
al menos por un momento
el mundo y yo nos estrechábamos las manos
 y nos mirábamos a los ojos aceptando
cada cual sus errores y sus aciertos;
y estaba bien sin ser un sueño,
era real sin ser amargo.

Por ejemplo, podía saludar
sin resultar rutinario;
podía escuchar y a la vez oírme,
sin que quedara polvo en la memoria
ni sutiles batallas interiores.

Sin duda, es bueno meter de vez en cuando
las manos en los bolsillos. Y caminar.
Por un acto tan común
puede uno encontrar calma.

Pero todo me dice
que es mejor no intentar atraparla:
son momentos fugaces, como estrellas
que sólo existen por su luz.


[1984]




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Cosas de la vida.









Tienes la llave. La agarras fuertemente. Subes sigiloso unas crujientes escalera. Los pies lentos y tensos, como si estuvieras rodeado de mariposas que duermen.
Por fin, llegas. Pero, ¿dónde está la puerta? ¡Maldito olvido!. ¡Maldito tiempo que nada salva!

Más tarde encuentras la puerta. Tanteas despacio una pequeña cerradura. Una mano agarra con decisión un dorado boliche. La otra está dispuesta. Pero, ¿dónde está la llave?. ¿Maldito olvido, o destino, o lo que sea!. ¡Maldito tiempo que todo lo mueve y lo intercambia!.

Y otra vez tragas saliva. Das la vuelta. Pisas sobre los mismos pasos. Caminas las mismas calles. Corres y descorres las mismas cortinas de los mismos ojos. Quitas los velos superpuestos que tapan el cadáver del día. Entras en las sombras más oscuras con la débil luz en tu pupila.

Hasta que otra vez encuentras la llave. La agarras más fuertemente. Y subes sigiloso las crujientes escaleras. De nuevo, los pies lentos y tensos, como si estuvieras rodeado de mariposas que duermen. Y te detienes en el escalón del amor. Y más tarde, en el del desamor. Te detienes en el escalón de la muerte. Y más tarde, en el de nueva vida. Te detienen en el escalón de las leyes. Y enseguida en el de la injusticia. Paras en el escalón del llanto, un rato; y enseguida pasas al de la risa.

Y encuentras la puerta. Y tienes la llave. La agarras fuertemente. Y abres. Por fin,  abres. Y encuentras otra escalera que parece llena de mariposas que duermen. Y subes. Por fin, llegas. Pero, ¿dónde está la puerta?.

Cosas de la vida.




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Límites



 Imagen:Oleg Duryagin



Una vez más, entre ojos, 
entre mesas manchadas de café y ceniza, 
entre voces que se mezclan y confunden; 
una vez más, entre manos, palpo mis límites. 
Son murallas de cera
que se derriten y crecen, se derriten  
y vuelven a crecer, 
como breves espumas 
en olas incesantes. 
  
Cuando los ojos pueden tras-
pasar la corteza de niebla
y tocar con poros abiertos
la desar-
              monía entre
el cuerpo y la palabra,
sentimos el abismo inmenso
que nos se-
para de lo que nos rodea,
de lo que somos.


[de 'El jardín roto', 1980]


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Ícaro





Será quizás porque
todas las alas que conoces
están hechas tan despacio como un robo,
con huecos y huesos de silencio y rabia,
entre esas murallas muertas que avivas en tus sueños,
entre esas murallas muertas,
entre esas.

Y será quizás porque
construiste tan único y hermoso tu mundo
que quedaste atrapado en él con tu susurro,
con tu suspiro de victoria vencida,
con tus cenizas de sangre,
con tus lamentos.

Será quizás porque
todas las alas que conoces
están hechas de cera muy mimada
y plumas de pájaros aplastados
y miel de panales muertos.

Será por eso Ícaro,
porque el sol está muy bajo,
o porque la luna sigue siendo un sueño;
será por eso, insisto,
que caíste al mar del desencanto
con un ligero canto, una suave luz,
y un gran desierto.

[1980]

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Cuando el terremoto cesó








Cuando el terremoto cesó, el árbol estaba roto.
Una vez más hubo que recomponer cada hoja
en su rama, cada rama en su tronco, cada tronco
en su árbol, cada árbol con sus frutos y nidos.

Hubo que buscar las raíces en la oscuridad de la tierra,
y limpiarlas y alentarlas, y dar calor a la savia congelada.
Hubo que buscar las semillas heridas de cada flor.
Hubo que buscar cada pétalo arañado por el tiempo.

Cuando el terremoto cesó, los ojos no sabían
si mirar dentro de las bocas de los cocodrilos
o recoger los pétalos caídos sobre sus dientes
y construir un colchón de nubes y aromas azules.

Y en cada nido hubo que recomponer cada pluma
en su ala, cada ala en su pájaro,  y  a cada pájaro
con su pico abierto llenarlo de palabras de siglos,
y revitalizar su canto con nuevos sonidos
y reivindicar su ser, magullado y empequeñecido.

Cuando el terremoto cesó, el mundo ya no era el mismo.

[1991]
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Expansión

Foto: michael bilotta



Pareciera nuevamente
que el sueño se hunde en el sueño,
cuando las cuatro hinchadas caras del tiempo
me aprisionan em-
pequeñe-
ciéndo-
me.

Sin embargo, alguna parte intocable de mí sabe
que sólo es el principio
de una nueva y dulce
expansión.


[1979]
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Recuerda

Acuarela, 1994. B.Herreruela
    

Por fin sentado en la orilla. Silencio. Aún sientes la humedad
de los saltos bruscos de la corriente del día. Los cangrejos han
mordisqueado tus cansados pies, tan expuestos a los gritos de
las piedras, a los ecos de la razón atrapada entre raíces que no
van más allá de las narices.

Ahora olvida. Quizás es el futuro el que crea el presente.
Recuerda. Escucha qué dice el viento mientras peinas tus alas
con el pico cerrado de tu aliento. Oye el vaivén sin pausa de las
mareas de la sangre. Ahora lo que se mueve es el mundo, los otros.
Tú estás quieto, observándote, acariciando el eje del huracán,
el centro inmóvil.

Por fin, sentado en la orilla, cerca del puente que une un sueño
y otro sueño. Silencio. Ahora olvida. Recuerda.
 





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Intención




Hoy no tengo ninguna intención
de escribir un poema;
sólo tengo palabras
para hacer una intención:

intención para dejar a las manos modelar
el barro de la ignorancia o la consciencia;
palabras para agujerear y abrazar
pesadillas y ligerezas y nostalgias y sueños;

intención para hacer con el barro un espejo
que refleje como el agua el mundo;
palabras para limpiar las manos ese barro
y poner atención en el espacio entre los dedos.

Las palabras siempre mienten -son un artificio-,
herramienta que teje los enlaces de la red humana.
Las palabras se visten con la máscara de la lógica,
son pretenciosas, confunden con disfraces de verdad.

Hoy no tengo ninguna intención
de escribir un poema,
sólo tengo palabras
para hacer una intención,

mi única y humilde intención de ser.




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En el interior de mi olvido

Benito Herreruela, 1999
Imagen: Expresión. Tinta. Benito Herreruela, 1999.


Tengo que expresarlo todo,
crear el día y la noche,
los estados de luz
y los intervalos de sombras;
crear el color y el matiz,
el valor de lo vivido,
la profundidad de mi silencio
y el filo cortante de mis palabras.
Tengo que crear mi mirada,
los errores y los aciertos de mi pupila,
la tierra, el aire, el fuego y el agua
que se combinan para formar mi ánimo.
Tengo que crear las formas,
el peso o la ligereza de mi gesto,
las huellas de mis pasos
y el propio espacio que habito.
 Tengo que expresarlo todo,
darlo todo por sentido y sembrado,
por ganado y por perdido expresado
y guardado con cuidado
en el interior de mi olvido.






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Tarde de lluvia


Imagen: Cesay Blay.



Grillos metálicos en la garganta de esta tarde.
Pájaros dormidos en las ramas de mis dedos.
Paseo por una estatua que no tiene rostro,
por un rostro que no tiene ojos;
entre alas sin cuerpo que revolotean
saturando mis oídos,
paseo por un río que no lleva agua
sino cepos.

Los televisores cuchichean desde las ventanas
mientras en las paredes
hay palabras dormidas que sueñan con ser leones
en la selva de los significados
y de vez en cuando un pájaro despierta y se me acerca
para preguntarme
en qué siglo estamos.

Paseo por parques que no tienen árboles,
por árboles que no tienen ramas,
entre raíces sin suelo que serpentean
buscando mi sangre,
hago equilibrio sobre un muro no de ladrillos
sino de espejos y reflejos
y de miradas rotas.

Las luces se encienden detrás de las ventanas
mientras las calles de esta ciudad cualquiera
se llenan de palabras que crecen en las aceras
y los zapatos tropiezan con ellas sin darse cuenta
y sin darse cuenta caen corazones
que se cuelan por los desagües
mezclados con la lluvia.





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Propoemas





Los criterios que hacen que unas palabras escritas -colocadas sobre un soporte
como puede ser una hoja de papel o una pantalla- sea una poema, están un poco difusos, diluidos en el tiempo como azucarillos en una tacita de café...
¿Basta con que una persona junte unas palabras para que pueda afirmar que son un poema? Probablemente sí, si pensamos que es sólo una decisión del quien escribe esas palabras.
Yo elijo pensar que quien construye y decide si unas palabras son un poema o no, es el lector; cada lector puede construir -y de hecho construye- con esas palabras su propio poema. Sin lector, no hay poema, hay propuestas de poemas, hay propoemas.

Por eso llamo a los textos que aquí incluyo Propoemas; son propuestas de poemas en busca de lectores; con cada lectura, cada texo pueden convertirse en poema o no según
la experiencia de su lectura...

Benito Herreruela
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Canción de agujeros y de escorpiones


Imagen: El arma anudada, Turtle Bay, NY.


Si alguna vez nuestra mirada vaciló
cuando encontramos bolsillos llenos
de agujeros y de escorpiones,
fue porque tragamos como nuestros
los fracasos. Porque
¿quién metió esos escorpiones
en los bolsillos de la gente?
¿quién hizo que tener fuera
el sentido de ser?
Las técnicas de la ignorancia 
y la inercia de la inconsciencia 
han creado los agujeros y las trampas
y todos los escorpiones y todos los desiertos.
El agujero de cuántos países está hecho
con agujeros de los bolsillos de unos pocos. Y
¿quién vendió y disfrazó y exportó esos agujeros?
¿quién puso balas en los platos de los acumuladores?
¿quién puso sangre en el pan de los hambrientos?
¿quién pintó de rojo las hojas de los árboles?
¿quién cortó las uñas a los tigres? 
¿quién vendió aletas a los peces, alas a las aves?
¿Quién puso dioses en los gatillos de las pistolas?
Si alguna vez nuestra mirada vaciló
cuando encontramos nuestra imaginación
llena de agujeros y de escorpiones,
fue porque tragamos como nuestros
los fracasos. Pero,
¿quién metió la soledad en las calles
tan llenas de gente?
¿quién nos dijo que tener
era el sentido de ser?
¿quién volteó y congeló el punto de vista
de tantas miradas?


 


[2014]




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Sucedió entre dos párpados


                                                                  Imagen: Jacek Yerka
 

 

El reloj:
un ciempiés con las piernas cansadas.
Sucedió entre dos párpados
—dijo Cesar Vallejo.

Resultó que la lluvia del vecino también mojaba
mientras los impermeables
llenaban con su olor a lágrimas
los ascensores de la risa.

Más tarde,
el ciempiés se puso un reloj en cada pie.
Dijo exaltado :
—¡El polvo de perlas polvo es!

Y poco después, más tranquilo:
—Razones: huecos pelados, esponjas sin vida
absorbiendo deslumbres
para proyectar sombras
que se funden
en el hielo de esta noche.

Y en cada pie del ciempiés
aparecieron pequeños ciempiés;
cada uno con un reloj
en cada pie.

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En este momento






☞ 


Ahora yo estoy aquí,
hablando contigo en un papel,
imaginando que tus ojos me miran
desde algún rincón del silencio;
y tú, ahora, estás leyendo
lo que te hablo desde este papel,
escuchando.

Entre el ahora que habla de mí
y el ahora que de ti habla
ha transcurrido un tiempo,

pero si tú y yo logramos
que ese tiempo sea mentira,
mi ahora y tu ahora serán
igualmente ciertos.

Entonces,
ahora yo estoy aquí, escribiendo,
y tú, ahora, estás ahí, leyendo;
luego tú y yo estamos juntos,
ahora, en este momento.


                          [1983]




 
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Habría que limpiar las palabras





Imagen: Jonathan Wolstenholme.
 

 
 
Habría que limpiar las palabras.
Cada cierto tiempo. Limpiarlas
como se limpian las lentes de las gafas;
cepillarlas como se cepillan los zapatos
después de un paseo nocturno por el bosque;
lavarlas, como se lava la cara de cada día.
Tirarlas -si es preciso tirarlas-
como se tiran los restos del plato de la comida;
enjuagarlas como se enjuaga la boca
después de haber mordido, masticado, 
tragado cada contenido.
Porque sucede que uno mira a su través
y ve la realidad -sea lo que sea-
deformada y arañada,
porque ocurre que uno las oye, las ve,
como medusas transparentes 
flotando en el mar de los pensamientos,
escritas en páginas de firmas bien pagadas, 
y siente, como en el poema,
heridas de muerte las palabras.
No digo cuales, digo palabras -se sabe-  desgastadas
como caramelos infinitamente chupados:
oxidadas latas de conservas;
palabras con sus esqueletos picoteados
por los buitres de la Historia,
palabras petrificadas en una playa seca:
tirarlas, tirarlas en la papelera más cercana:
esas palabras, con sus conservantes,
sus espesantes y aromatizantes,
con sus colorantes autorizados.
 
 


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Contra el miedo a la goma de borrar


Imagen: Lisa Congdon.





Aquel día, robé al cielo las tijeras
que agujerean las piedras más irrompibles,
y las trasladé hasta mis dedos
a través de los raíles de los sueños;
entonces, con un ligero terremoto en la piel,
con los pies desnudos y la lengua seca,
hice pequeños trozos de:
las huellas de todos los ojos en mi cuerpo,
las sombras de todos los cuerpos en mis ojos,
los perfiles de cada rostro
superpuesto a mi rostro,
el perfil de mi cara recortado
en el eco de los otros.
Metí todos los trozos en una bolsa invisible,
bajé a la calle
-y en mi garganta había de nuevo rincones 
con telarañas llenas de rocío-,
entré en la plaza
-y las palomas despertaron de su sueño
en los aleros de los tejados-
y dejé que el viento esparciera sin perdón
cada sílaba herida, cada palabra rota,
cada recuerdo guardado
como un amuleto
contra el miedo
a la goma de borrar.


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Nacimiento de los colores






1

Se me rompieron las palabras:
todos los pájaros volaron,
desgastaron el cielo
con el roce de sus alas,
dejaron
significantes sin significado,
cascarones flotando
en el caudal
de mis pensamientos,
trozos de hielo
meciéndose en mi corazón.

Las palabras se hicieron añicos
sobre mi lengua adormecida,  
sílabas de cristal estallaron 
y cayeron de mis dedos agitándose
como el rabo cortado de una lagartija.

Ocurrió sin darme cuenta:
pensamientos y emociones
chocaron como olas gigantes, 
como planetas
o galaxias a la deriva, 
y las palabras fueron sólo
cáscaras de huevos vacíos,
cáscaras rotas sobre un nido
convertido en una charca
de aguas estancadas.

2

Pero un día nacieron los colores,
estallaron como un magma, como estalla
la lava de un volcán, se mezclaron
sobre la superficie de la charca,
adoptaron las interminables
formas del agua.

Eran relámpagos en la bóveda de mis ojos,
eran remos para navegar, eran pequeñas alas
en las que se habían transformado mis manos.
Los colores resonaron en el cielo
como una tormenta, rompieron
las sombras y los soles.

 El amarillo era un surtidor de luz
y la expandía desde dentro con un sonido suave.
El rojo mordisqueaba agresivo la silueta de las formas
y las llenaba y las inflamaba de ganas de ser.
El azul se paseaba por los contornos acariciándolos
y entraba en los objetos flotando como una pluma
y a veces los disfrazaba de distancia.

Miré el blanco,
tan lleno que simulaba ser luz y era vacío.
Escribí con su luz una primera línea vaga,
sabiduría del que simula saber y no sabe nada.
Encerré un color en una forma vacilante.
Empecé a escribir sin palabras
sobre la superficie de la charca.

Luego miré el negro,
que pataleaba en los confines de la nada.


[Mayo, 2014]
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Tiovivo


                                                       Imagen: Anne Wipf.

 

Un racimo de imágenes atadas
con los cinco sentidos;
un racimo de sensaciones y de palabras
es el mundo que percibimos,
y un relato amasado
con la saliva de nuestro pensamiento
es el pegamento que logra
que no se deshilache el racimo.
Un racimo de imágenes
dando vueltas en un tiovivo
-no de caballitos de madera-
de puentes y señales y signos.
Un tiovivo que gira en el bullicio
de un fiesta de máscaras,
hecho de espejos y reflejos,
de sombras y de símbolos.
—Tiovivo saturado de imágenes
¿dónde nos llevas?
haces que las palabras giren y giren,
dibujando eternos círculos.
—Tiovivo incansable
¿detendrás alguna vez tu hechizo?
Haces que mis palabras suban y bajen,
confundiendo sentidos.
¿Acaso hay un mundo vivo, consciente,
en las imágenes de ese racimo?
¿O sólo es un sueño más dentro del sueño
en el que, como en una cárcel,
existimos?



[Mayo, 2014]



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Inventario de instantes (I)






1-Cuando abrió el periódico de aquel día tuvo la sospecha de que ya había leído alguna vez aquellas páginas. Era absurdo pensarlo, pero la impresión se impuso a todas las racionalizaciones posibles y buscó en los archivos hasta que efectivamente encontró el ejemplar: era exactamente el mismo. Sólo habían cambiado los nombres y las fechas.


 
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