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La durabilidad de los puentes

Imagen: Susanna Bauer

 
Lo sabemos. Lo que importa no es la cantidad, sino la cualidad de nuestras relaciones -con los otros, con el mundo, con nosotros mismos.
Lo que importa son las capacidades de acción y atención conjuntas con las que nos declaramos cómplices en la creación de realidades.
Lo que importa -lo sabemos- no es la determinación de nuestros pensamientos -tantas veces hechos de harapos del pasado y de anzuelos lanzados en imágenes de futuro-, sino el brillo de su flexibilidad, la acción contorsionista con que se adaptan a la forma de un corazón, o al vacío de un concepto, o una mano.
Lo que importa no es el vislumbre excesivo, ni el breve deslumbre producido por nuestros lenguajes tan heridos por la Historia.
Lo que importa es la determinación de nuestra capacidad de escucha, la callada luz de nuestro iris abierto, el poder de descodificación que el silencio otorga a nuestros sueños.
Lo que importa no es la cantidad de máscaras que somos capaces de poner y quitar, en nuestra nuca o en nuestra cara, tantas veces por minuto.
Lo que importa -lo sabemos- es la calidad de los puentes, la durabilidad de los puentes. 
Y esas ramas que crecen en silencioy que acaban entrelazando cada vacío con otro vacío.
 
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