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Hay un dar


Dibujo: Wieslaw Walkuski

¿Quién escucha lo que no digo?.
¿Quién dice lo que callo?.
¿Quién da mis pasos cuando no ando?
¿Quién me abraza cuando no abrazo?

Abrazar y avanzar a pesar de todo,
expresar y ser escuchado a pesar del silencio;
porque callar no es lo mismo que no expresar,
porque expresar es sacar la presión
que llevamos dentro.

¿Quién siente cuando no siento?
¿Quién calla lo que no digo?
¿Quién despliega mis alas cuando me detengo?
¿Quién sueña conmigo lo que no sueño?

Sentir y callar a pesar de todo,
y expresar y soñar a pesar de este sordo tiempo,
porque soñar no es lo mismo que no actuar,
porque hasta el agua necesita un soporte
para ser río o mar y movimiento.

¿Quién ha escrito este poema?
¿Quién piensa lo que no pienso?
Hay un dar que está más acá o más allá
de la intención de dar o dejar adentro. 
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Las bocas calladas

Collage: Eugenia Loli


 
Los ojos cerrados. Los dedos ocupados en mantener bajados los párpados. Los gestos anestesiados por la repetición obsesiva de los actos mecánicos.

Los dientes desgastados de sujetar el anverso de los sueños. Los pies cansados de ir y de venir de aquí para allá persiguiendo y postergando deseos.

El corazón como una ciudad bombardeada: ventanas que cuelgan sin sus casas, puertas abiertas sin sus manos, pájaros sin sus alas, pájaros posados sobre escombros.

La vida que se enreda, no sé si buscando la luz o la sombra, como un hiedra escalando el tronco de un árbol que crece o decrece, no sé si hacia dentro o hacia fuera.

Entre muros rotos y humeantes, deseos buscando objetos, objetos con anzuelos camuflados, anzuelos disfrazados de dulces silencios imantados.

Los ojos cerrados. Las manos atadas. Las bocas, aunque hablan y hablan, y chillan y muerden y escupen y sangran, las bocas calladas. Quizás, ¿esperando?.


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Pregunto

Pintura: René Magritte.


-Pregunto qué es real en mí -dijo. ¿Unas cien billones de células que -según dicen- forman un cuerpo, y que viven y mueren y se regeneran manteniendo lo que soy en cada momento? ¿Es real mi pensamiento? ¿Quién lo piensa? ¿Cien billones de células que entre genes y memes crearon lenguaje y conciencia? 

Pregunto al agua, tantas veces preguntada, y al viento cuando silba -como hoy silva- insistente en mi ventana. Pregunto a las estrellas y a las llamas, al árbol y al pájaro, a la tierra que sustenta mi mirada. Pregunto a lo que me rodea, cuando en mí suena y resuena, y a la luz cuando hace visible el amor o la guerra y la batalla. 

Pregunto cuando escribo, cuando dibujo, cuando pinto; pregunto cuando hago una fotografía de tu mirada. Pregunto cuando contruyo un personaje, cuando te entrego un escena animada. Una emoción -y su cristalización como sentimiento- ¿son reales? 

Pregunto qué es real em mi -concluyó. Pero las respuestas son sólo granos de arena hechos de sed y palabras. Las respuestas son sólo gotas de agua que flotan en el aire inquietas, gotas que acaban formando en los ojos imperceptibles burbujas, densos mundos hechos sólo de arena y niebla.

 
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Vacío que alumbrar


Instalación de Chiharu Shiota



La tierra -en minúsculas-, hoy,
tan llena de semillas a punto de germinar. 
Mi mente, ahora, tan llena de pensamientos. 
El cielo -siempre- tan lleno de estrellas.
Sin embargo, cuando me empeño
en abrir con mis uñas una semilla 
-queriendo encontrar qué sé yo dentro-, 
nada encuentro.
Y cuando observo mis pensamientos
y los fuerzo a gotear
como gotea un bola hecha de nieve
retenida entre mis los dedos;
cuando los trato como la pieza de un puzzle
que aspira a completar una imagen objetivo,
sólo encuentro ecos, 
y entre eco y eco nada encuentro.
Y cuando miro las estrellas, 
siempre misteriosas y asombrosas, 
qué veo sino una inmensa noche llena de luz
y un gran vacío que alumbrar.



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Hacer, querer, saber, callar.


Fotografía: Robert Mapplethorpe

En la pantalla de inicio de mi ordenador,
antes de introducir el nombre y la contraseña,
tengo escritos, a modo de recuerdo,
estos cuatro verbos:

hacer, querer, saber, callar.

A veces, juego
a repensar
todas las posibles
combinaciones

entre ellos.
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Mirar hacia dentro

Fotografía: Eugenia Loli.


Mirar hacia fuera
es ver hacia atrás en el tiempo,
porque la luz tarda
en llegar a nuestros ojos
y cuando llega
nos habla de límites,
nos cuenta qué fuimos
y de qué estamos hechos.
Mirar hacia fuera
ójala sea ver a la vez
pasado y futuro,
qué fuimos y qué seremos.
Por tanto no hay duda,
la única posibilidad
de sentir el momento
es mirar
hacia dentro.
sábado 0 comentarios

Hipótesis

Dibujo: Christian Schloe.


Propoemas,
expoemas,
pompoemas
y repoemas;
también apoemas,
pospoemas,
traspoemas
y compoemas:
en todo caso
no teoremas,
sólo hipótesis
de la conjugación.
lunes 0 comentarios

De como, sin pretenderlo, empecé a dar clases de escritura creativa


Fotografía: Sarolta Ban

En la universidad fui un estudiante de Ciencias. También en el bachillerato. Me gustaban las matemáticas, la física y la biología. También me interesaban -y me interesan- la psicología, la pedagogía y, sobre todo, la psicoterapia. Durante esos años de estudiante, y años después, me dediqué a dar clases particulares de matemáticas y física, entre otros trabajos esporádicos. En mis apuntes y cuadernos de notas, a menudo se mezclaban fórmulas y poemas. Escribir poemas, leer literatura y libros de psicología, fueron centros de interés muy significativos para mí durante esos años. Estudiar filosofía, lengua, literatura, historia, arte, fue algo que siempre hice -y sigo haciendo- de manera autodidacta. Nunca quise mezclar mi interés por la poesía y la literatura con mis estudios académicos.

Un día recibí una llamada para unas clases particulares, una llamada con un propuesta diferente:
-He leído poemas tuyos y me han gustado -me decía alguien, a quien no conocía, por el teléfono- y también he sabido que te dedicas a dar clases particulares.
-Sí, así es -respondí.
-Mira -me dijo-, tengo un hijo al que le gusta escribir y quería proponerte que le dieras clases particulares de escritura.

¿De escritura?¡¿Clases de escritura?!. Estábamos a mediados de los ochenta. Cambié las matemáticas y la física por la escritura; porque después de esa llamada hubo otras demandando más clases de escritura.Entonces no lo supe, pero ese día empezó para mí un nuevo camino. Sin buscarlo, sin pretenderlo. Un camino en el que estoy todavía. El arte, la expresión a través del arte, se sumó a la expresión a través de la escritura un poco más tarde, en los noventa.

Aquel primer alumno de escritura, el hijo de aquella persona que me llamó, fue Iker Jiménez. Iker tendría entonces doce o trece años. Yo, veintiséis o veintisiete. Poco -más bien, nada- pudo significar aquello para Iker. Estuvimos con aquellas clases muy poco tiempo, algunos meses. Aquel mismo año se marcharon a vivir a Madrid. Pero para mí sí tuvieron importancia. Sin esa primera experiencia, quizás nunca hubiera realizado otras actividades de expresión, talleres con los que fui compartiendo y aprendiendo, y haciendo camino al andar.
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Fotografiar pensamientos

Fotografía: Igor Morski


Si pudiéramos
fotografiar nuestros pensamientos
como fotografiamos
las cosas más cotidianas,

podríamos mirarlos con detalle
y compartirlos, o simplemente tirarlos,
podríamos desnudarlos o abrigarlos,
o rasgarlos, borrarlos o pintarlos.

Si pudiéramos fotografiar
nuestros pensamientos,
quizás entonces veríamos
de dónde vienen y a dónde van,

quizás entonces, claramente, sabríamos
sin son nuestros o son de otros, si nacieron
junto a nuestros sentimientos y a nuestros actos
o alguién los puso ahí para amoldarlos

a otros pensamientos ya muy hechos y amoldados,
o si nacieron sólo para llenar un vacío
o rebosaron de tan llenos nuestros sueños,
de tan llenas nuestras manos, nuestros brazos.

Si pudiéramos
fotografiar nuestros pensamientos
como fotografiamos cada día
los rostros que amamos.
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Avión de papel

Fotografía: Igor Morski


Si construyo con tu imagen un avión de papel,
que lanzo a volar y que regresa,
que lanzo otra vez y gira y vuelve
a posarse en mi cabeza.

Si busco tus ojos como un pájaro busca el aire;
si agito alas manchadas de tinta y palabras
que al volar adelgazan y callan
para poder imaginarte.

Es porque siento tan largo el tiempo,
tan hondo el invierno más allá de las manos,
tan inútiles los pasos dados sin encontrarte,
tan profundas las sombras al final de la tarde.

Es quizás porque intento encontrar sentimiento
en los relámpagos de las emociones;
por eso construyo una y otra vez con tu imagen
un avión de papel, que lanzo a volar

y que regresa, y lanzo otra vez
y gira y gira y siempre vuelve
a posarse en mi cabeza.
 
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