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Parafraseando a Nietzsche



PARAFRASEANDO A NIETZSCHE

Parafraseando a Nietzsche:
la realidad y la verdad han muerto.
Es más, las cosas no son como son.

Ir a ‘Buscar’, introducir ‘realidad’,
luego, ‘Reemplazar todo’
y escribir ‘apariencia’.
Palabras como ‘realista’,
serán reemplazadas por ‘aparente’.

Expresiones como ‘sé más realista’
se dirán finalmente como
‘sé más aparente’.

Ir a ‘Buscar’, introducir ‘verdad’,
luego, ‘Reemplazar todo’
y escribir ‘conveniencia’.
Palabras como ‘verdadero’
serán reemplazadas por ‘conveniente’.
Expresiones como ‘es verdad’
se dirán finalmente como
‘es conveniente’.
Las cosas no son como son
¿son como las cuentan
los medios de información?
.

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Calladas correspondencias

Imagen: Miró. La sonrisa de un lágrima, 1973.

 
Quién lo iba a decir, aquella noche,
el agua junto al fuego,
el fuego junto al agua,
como si de un cuadro de Miró se tratara,
las estrellas junto a las lágrimas,
la lágrimas junto a las estrellas.
Y el tiempo, con sus péndulos invisibles,
revolviéndolo todo,
lágrimas y estrellas celebrando
la hermandad de sus brillos
entre calladas correspondencias.
Quién lo iba a decir, aquella noche.
Pero esas correspondencias
nunca fueron sentimentalismos,
porque esos reflejos de la noche
brillando en cada lágrima,
siempre fueron ecos ciertos
de un puzzle
cuya totalidad
nunca fue indivisible.
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La costumbre de leer y escribir

Collage: Rocío Montoya
 
Tenía una interrogación en cada oreja y dos puntos, en negritas, en su mirada. Los dos puntos se convirtieron enseguida en dos puertas abiertas y en dos abrazos a la torpeza de mis palabras. 
Llevaba dos interjecciones, una en cada ceja, y palabras medio disueltas en la lengua, cuya única arqueología posible era el beso, para escuchar su silencio o para ver de qué clase de escritura se trataba. 

Tenía puntos suspensivos en los párpados, sólo visibles cuando los cerraba, y más puntos suspensivos que se prolongaban por su rostro como si de la indicación de un camino se tratara. 
Llevaba comas en los labios y paréntesis en las manos, tan llenas de ternura y algo de tristeza, y líneas gruesas en la frente, y otras más finas en la cara, que marcaban una sonrisa cómplice y sincera.

Y fue una suerte que yo hubiera estado escribiendo muchas horas ese día, porque si no cómo hubiera podido darme cuenta de dónde estaban las interrogaciones, cómo ver si no los dos puntos que me invitaban a enumeraciones interminables e hinchadas descripciones. Cómo hubiera podido leer el lenguaje bondadoso de las interjecciones y acercarme sin miedo a leer o disolver del todo las palabras medio disueltas en la lengua.

Por una vez fue una suerte que yo tuviera este hábito tan marginal de lectura y escritura, una suerte porque si no cómo hubiera visto las indicaciones del camino, cómo las comas en los labios y los paréntesis de las manos; cómo hubiera podido leer los gestos que escribían en el aire y el cuerpo tan lleno de palabras medio borradas nunca dichas.

Tenía una tecla de retorno a mis ojos en cada mano y un botón de ‘on’ que al fin descubrí,  invisible, muy oculto, quizás un poco desgastado, en el corazón.
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Las palabras

Fotografía: Sammy Slabbinck


Son como peces
en una pecera
con forma de reloj de arena.

Son como serpientes,
se escurren de las manos y de los labios,
y muchas veces hacen nidos ocultos en mi lengua.

Son como volcanes
que esperan ser llamarada
y expulsar magma que será nueva tierra y nuevas piedras.

Son como peces,
pican en mi anzuelo de tinta y de silencio,
y tiro de de la caña y se agitan salpicándome

las palabras.
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El poema

Fotografía: Jenny Lees



El poema se asoma al abismo del absurdo
con sus dedos manchados de tinta y silencios,
mira el vacío de significados establecidos,
mira entre las grietas de significantes congelados,
y contra ellos lanza piedras para abrir agujeros,
lanza pétalos y semillas para rasgar velos y deseos.
El poema quiere ver lo real, escarba hasta hacerse daño,
escarba arriesgando sentidos entre prejuicios superpuestos;
señala la luna y señala al sol, señala también las sombras
y denuncia la afilada navaja de los objetos.
Señala no con el índice, con los ojos;
denuncia no con los ojos, con los sueños.
Pero las miradas alimentan una vez más lo conocido;
una vez más, las pupilas acaban
posadas en el dedo.
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Epigrama 6


Fotografía: Masao Yamamoto
 
 
Podéis creerme o no creerme
si aquí afirmo que mientras escribo
procuro no saber lo que digo,

aunque sí sé lo que hago,
que es un hacer que dice lo que callo
y que sueña lo que lo olvido.
 
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