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Ajedrez

                                           Imagen: Santos Iñurrieta (detalle)


Muevo una palabra;
enseguida la vida mueve otra.
Entonces me apresuro a mover un silencio
y enseguida la muerte agita el suyo.

La vida nos exige jugar
continuamente acechando,
con un ojo puesto en las fichas negras
y el otro en las blancas;
y  en cada movimiento, nos pide cargar
renovadas esperanzas,
sin esperar más premio
que el propio juego.
 
La vida nos exige jugar
a pesar de la certeza
de que el jaque mate final
está amañado con el universo.
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Acróbata del silencio (fragmento)



(Os adelanto aquí un framento -el inicio- del poema para el catálogo de la exposición 'Ke usted lo pase bien' de Santos Iñurrieta, inaugurada recientemente en el Museo Artium de Vitoria-Gasteiz. Haced una visita a la exposición. Merece la pena. Hasta el 7 de enero.)

ACRÓBATA DEL SILENCIO (fragmento)

Un equilibrista desafía sus propios pasos
sostenido en el alambre cortante de los días, acróbata del silencio
que avanza sin prisa en los pasillos de la trama de la vida,
trapecista que desafía el vértigo de ser,
tragafuegos, lanzallamas, malabarista de la luz,
indagador de filtros y de sombras,
reconciliador por instantes de noches y de días.

El equilibrista lanza trazos sobre los velos que tapan el cuento de cada día,
lanza colores que son más emoción que acuerdos,
lanza copos de azar sobre hojas del árbol de la vida,
lanza claridad en los párpados pegados,
lanza gomas de borrar sobre cualquier pretendida guía,
lanza recortes de recuerdos en collages
hechos con tijeras untadas de ironía.

En sus brazos, a ambos lados estirados, cuelgan pinceles que piensan,
colores que sienten, formas que crecen como grietas,
 flores sobre escombros en los huecos de las piedras;
cuelgan planos que suman tramas superpuestas,
sueños que parecen abrirse y cerrarse
en el tiempo que dura una hoguera.

(...)
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Cántaro. O cántara.



En todas las lenguas hay palabras especialmente bellas; por su sonoridad, o por la relación de su sonido con el significado, o por otras razones más subjetivas. En euskera hay muchas palabras que me sorprenden por su belleza. En castellano también.
Una de esas palabra que me gusta es ‘cántaro’. O ‘cántara’. Al oírla, imagino el recipiente de barro recibiendo el chorro de agua -o de vino- y enseguida me despierta sensaciones refrescantes, sonidos húmedos matizados por porosidad y fresca sombra.
No podría llamarse de otra forma ese objeto -pienso-, porque cuando está en su uso, efectivamente canta una muy bella canción y es como si sus notas quedaran en su interior retenidas, a la espera de ser de nuevo escuchadas por unos labios, grabada en su cóncavo silencio cántaro. O cántara.
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Fotografías

Imagen: Benito Herreruela.
 

Hay fotografías que envejecen en los ojos; de repente amarillean y se rasgan por las esquinas, poco después de que la mirada encuentre el encuadre para ver tras la cámara. Son fotografías hechas no de luz retenida, sino de pensamientos y sentimientos, de emociones craqueladas y de la fugacidad de la alegría o la tristeza de un instante.

Los ojos -que son sabios- saben, con cada parpadeo, que la mirada se convierte entonces en un naúfrago a la deriva en un mar de posibles imágenes. Ese naúfrago, deshidratado y hambriento, ha navegado arrastrado por corrientes desconocidas, somnoliento, entre nieblas y azar. 

Pero los ojos tienen la certeza que un día llegará a una isla desierta y que esa isla tendrá la forma de una pupila. Y saben que, aunque en la playa se encuentren huellas dejadas por otras pupilas, la isla siempre estará deshabitada.

Las fotografías son esas huellas.

 
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