Mostrando entradas con la etiqueta Inventario de instantes (I). Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Inventario de instantes (I). Mostrar todas las entradas
lunes 0 comentarios

Encantamiento



Imagen: Wolfgang Lettl.


Los poemas, hermanos de la música, también necesitan ser repetidos una y otra vez; invitan a ser releídos y reinterpretados en tiempos y espacios diferentes. Ocurre así probablemente porque los poemas necesitan adquirir presencia, para llegar a ser acompañantes -como la música- del pensamiento y el sentimiento. Necesitan acoger, como el nido acoge al pájaro, a la emoción inquieta o agotada.

 

Como en la música, en un poema la repetición de su edición y su relectura es esencial para que suceda el encantamiento, que no es otro que el de aspirar a ser sombra y luz, acompañar justo en el momento en el que se necesita un significado no sólo racional de una experiencia o de un silencio. 

 

Personalmente prefiero la lectura interna -valoro la poesía espectáculo, pero soy más lector que público (y más pájaro que rebaño, si me permitís la inmodestia). Busco la lectura íntima, en silencio, y vuelvo una y otra vez, casi cotidianamente, a los autores y a los poemas que en algún momento despertaron en mí resonancias e intuiciones, y se convirtieron en acompañamiento.

 

Por eso, no os extrañe que repita poemas ya publicados. No es mi intención con ello darme ninguna importancia. Mi única aspiración es que los poemas tengan la oportunidad de adquirir presencia. Y acompañar. Es decir,  dejar que ocurra el encantamiento que contienen.

sábado 0 comentarios

Esto no es un poema (1)

Imagen: Simon Becke.

 

 

Ese empeño de confundir la vida con lo lleno, 
con el ruido y con lo rápido, 
deja vacíos saturados de errores y agujeros, 
deja inercia en los actos,
y también -permitidme la metáfora- 
deja lleno de todo tipo de plásticos
el silencio.
Por eso, ahora, reivindiquemos
nuestro derecho a entretenernos sin mediadores,
a ejercer de curiosos sin pantallas de por medio,
a asombrarnos ejerciendo los cinco sentidos.
a asombrarnos sin necesidad
de pagar entrada para eso.
Reivindiquemos, siempre,  la posibilidad
de experimentar el mundo
haciendo uso de nuestros propios recursos,
y no sólo para pasar el rato,
sino sobretodo para adquirir conocimientos
sobre lo que nos rodea,
sobre lo que somos.
Reivindicar también, intensamente,
la práctica de nuestro derecho a no hacer nada, 
a no ser productivos,
a no acumular cada día informaciones inútiles,
y a escuchar sin decir nada,
y a no ser comunicativos ni acumulativos,
y a caminar despacio
sin ir a ningún sitio.
Esto no es un poema.

lunes 0 comentarios

Periódico

Imagen: Oleg Duryagin.


Cuando abrió el periódico de aquel día tuvo la sospecha de que ya había leído alguna vez aquellas páginas. Era absurdo pensarlo, pero la impresión se impuso a todas las racionalizaciones posibles y buscó en los archivos hasta que efectivamente encontró el ejemplar: era exactamente el mismo. Sólo habían cambiado los nombres y las fechas.
sábado 0 comentarios

Escribir

Fotografía: Masao Yamamoto


Escribir no es un actividad grata. Interiormente sí, pero no siempre: sólo de vez en cuando. Mantiene la atención en cosas que importan. A saber: qué están tramando pensamientos y sentimientos mientras tomas el café de la mañana, qué emociones alimentan los impulsos cuando empieza o se acaba el amor o cuando no llega el dinero y sí llega la rabia,  o qué sientes cuando observas la injusticia disfrazada de leyes o de pantallas,...y cosas así, hasta llenar muchas páginas.

A veces se dice que escribir es una manera de meterse dentro de uno mismo, y lo es sin duda. Pero con el tiempo resulta ser una manera de tomar distancia. Tomar distancia para ver el mundo. Y para verse. Socialmente, sin embargo,  no resulta una actividad grata. Pero no siempre: sólo de vez en cuando. Los poetas están tan lejos de la poesía como los astronautas de las estrellas, o los guías turísticos de las lugares que muestran, tan lejos como los profesores están de lo que enseñan, o los arqueólogos de las cosas que desentierran. Lo que pasa es que a base de nadar uno llega a ser río, aunque nunca sea agua. Siempre me ha interesado la poesía; pero no siempre, sólo de vez en cuando, los poetas. Y me incluyo.

Supongo que, como decía Gelman, escribimos porque tenemos un pájaro dentro que necesita cantar. Necesita hacer pío pío porque su naturaleza es hacer pío pío. Así vamos dando presencia a nuestro canto, a nuestras alas y a nuestro árbol en medio de tantos otros sonidos de la selva, y de tanta sombra y tanto frío y tanto árbol. Luego está todo eso que les ocurre a los pájaros cuando llega el invierno y meten la cabeza debajo de un ala, o se quedan dormidos sobre una pata, sobre una rama que tiembla… Y también ellos tiemblan.

Pero eso es ya otra canción. Y a mí lo que realmente me gusta es el silencio. Aunque no siempre: sólo de vez en cuando.

jueves 0 comentarios

Siempre estuvimos ciegos.



Siempre estuvimos ciegos —dijo. Fue con ojos prestados como vimos el mundo. Nos dieron lo desconocido en dos pedazos imaginarios y con ojos prestados nos contaron un relato rectilíneo, con principio y con final, con buenos y con malos. Ordenada la trama, la voz y el silencio, pinchada cada palabra con alfileres, con bombas o espadas, nuestros propios ojos siempre estuvieron cerrados.
Siempre estuvimos ciegos —continuó diciendo. Porque los ojos que ven nunca fueron un regalo. Los ojos prestados se fundieron con los ojos propios que nunca habían mirado. Los odios y las guerras, los triunfos y fracasos, fueron sólo por unos u otros ojos prestados. El precio pagado, uno u otro significado. Uno u otro el principio y el final. Unos u otros los buenos y los malos. Plegado todo y guardado, con aspiración eterna, en cajones clasificados y blindados.
Siempre estuvimos ciegos. Porque los ojos prestados sólo ven de forma imaginaria. En la naturaleza no existe la línea recta; no hay principio,no hay final. Los ojos propios no pueden mirar de manera involuntaria. Los ojos propios no pueden ver de manera inconsciente, sólo pueden soñar cuando están despiertos.
Siempre estuvimos ciegos —concluyó. Los ojos propios ¿qué ven?¿acaso miran?
 
 
0 comentarios

Inventario de instantes (I)






1-Cuando abrió el periódico de aquel día tuvo la sospecha de que ya había leído alguna vez aquellas páginas. Era absurdo pensarlo, pero la impresión se impuso a todas las racionalizaciones posibles y buscó en los archivos hasta que efectivamente encontró el ejemplar: era exactamente el mismo. Sólo habían cambiado los nombres y las fechas.


 
;