Un racimo de imágenes atadas
con los cinco sentidos;
un racimo de sensaciones y de palabras
es el mundo que percibimos,
y un relato amasado
con la saliva de nuestro pensamiento
es el pegamento que logra
que no se deshilache el racimo.
Un racimo de imágenes
dando vueltas en un tiovivo
-no de caballitos de madera-
de puentes y señales y signos.
Un tiovivo que gira en el bullicio
de un fiesta de máscaras,
hecho de espejos y reflejos,
de sombras y de símbolos.
—Tiovivo saturado de imágenes
¿dónde nos llevas?
haces que las palabras giren y giren,
dibujando eternos círculos.
—Tiovivo incansable
¿detendrás alguna vez tu hechizo?
Haces que mis palabras suban y bajen,
confundiendo sentidos.
—¿Acaso hay un mundo vivo, consciente,
en las imágenes de ese racimo?
¿O sólo es un sueño más dentro del sueño
en el que, como en una cárcel,
existimos?
[Mayo, 2014]
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