martes

La renuncia






Una ventana abierta atraviesa
la cabeza nevada de un hombre.
En la calle, una batidora invisible
mezcla las miradas perdidas.

En el aire flotan ojos dibujados
sobre hojas de otoño recién caídas,
y animadas bocas murmuran en los tejados
que nada es verdad ni es mentira.

Mordemos el sol y nos alumbramos con la tierra,
la vida se quiebra delante de una estatua;
a veces sólo somos capaces de ver
la cucaracha que todo lo come: el tiempo,
ese chicle que nos pega los párpados.

--Aquí acaba todo veneno, toda palabra
-dice el hombre mientras cierra la ventana—;
aquí cesa toda jaula de espejos.
He renunciado a todo para llegar a mí mismo
y desde  mí mismo quiero llegar a todo.

Y se le ve alejarse murmurando:
--No hay mentira sin miedo.
No hay sueño sin muerte.
El mundo es el sueño de los muertos.
El amor es el sueño de los vivos.






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