jueves

Contra el miedo a la goma de borrar


Imagen: Lisa Congdon.





Aquel día, robé al cielo las tijeras
que agujerean las piedras más irrompibles,
y las trasladé hasta mis dedos
a través de los raíles de los sueños;
entonces, con un ligero terremoto en la piel,
con los pies desnudos y la lengua seca,
hice pequeños trozos de:
las huellas de todos los ojos en mi cuerpo,
las sombras de todos los cuerpos en mis ojos,
los perfiles de cada rostro
superpuesto a mi rostro,
el perfil de mi cara recortado
en el eco de los otros.
Metí todos los trozos en una bolsa invisible,
bajé a la calle
-y en mi garganta había de nuevo rincones 
con telarañas llenas de rocío-,
entré en la plaza
-y las palomas despertaron de su sueño
en los aleros de los tejados-
y dejé que el viento esparciera sin perdón
cada sílaba herida, cada palabra rota,
cada recuerdo guardado
como un amuleto
contra el miedo
a la goma de borrar.


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