A mi tampoco me gusta la expresión ‘nueva normalidad’. Tendría sentido -no sé- si estuvierámos saliendo del franquismo, por ejemplo, o saliendo de un cuelgue, o de una patológica dependencia de alguna droga. Tendría sentido -no sé- si decidiéramos dejar socialmente alguna de nuestras muchas dependencias patológicas colectivas, por ejemplo el consumo de petróleo, o la dependencia del coche, o el consumo colectivo patológico de televisión, o la patológica dependencia de empequeñecer a los demás para sentirnos más grandes, o cosas así. Ante esos ejemplos, estaría dispuesto a adeptar esa expresión. Pero sino, suena, socialmente, como esa dudosa expresión 'y de prontro fui otro', que suele ser una expresión de interesada despersonalización.
Por eso, pediría -lo digo así, en condicional, pues se que esto no va a llegar a ningún lado- que el objetivo del final de las fases de la llamada ‘desescalada' no se denomine así, que se llame ‘normalidad’ a secas.
Sabemos por experiencia que los sucesos de la vida, sean personales o sociales, producen cambios en la normalidad siempre, día a día, año a año. La llamada ‘normalidad’ habitual nunca es fija, sino variable, y está marcada por sucesos personales y sociales que nos exigen cambios en la interpretración de la realidad. Esa variabilidad tendría que ser el destino de todo este esfuerzo social y personal. Pero que siga siendo ‘normalidad' es lo deseable. A secas.
Hasta llegar a la normalidad, propongo que se utilice la expresión 'normalidad alterada’ o 'normalidad forzada’ o ’normalidad viral,’ o alguna expresión así, siempre dando a entender que se trata de pasos de un proceso -que sin duda es necesario atravesar- para llegar a la normalidad.
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