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Sin raíces

Foto: Sabolta Ban



SIN RAÍCES

—No tengo raíces —dijo. Las perdí. No recuerdo cuándo.

Sin raíces, la sangre tiende a ponerse espesa y te sientes extranjero en cualquier lugar. El mundo resulta ciego y hostil como una balsa en la noche, lleno de sonidos que no sabes qué significan, ojos que te interrogan detrás de cada frontera, gestos que buscan una respuesta, cuando ni siquiera logras entender la pregunta. Sin raíces, cualquier suave brisa te arrastra en su dirección, y no hay nada que detenga tu vagar sin rumbo de tormenta en tormenta. Te conviertes en una hoja que no sabe a que árbol pertenece, en una pluma caída en la corriente de un río. Y te vas secando poco a poco, como las hojas en otoño, cambias de color hasta quedarte sin luz. Una vez seco, cualquier emoción puede inflamarte. Y un día ocurre, sin darte cuenta, te inflamas, te conviertes en llama. Y enseguida sólo eres cenizas. Polvo en el polvo.

Sin raíces, aprendes qué significa el azar. Y también que sólo hay azar. 
 
Pero puede ocurrir que el azar te regale alas. Que te crezcan invisibles después de un tiempo en la oscuridad. Si tienes esa suerte, entonces te sentirás libre, muy libre, porque cuando aprendes a usarlas, no hay nada ya que pueda sujetarte. Es doloroso, muy doloroso, el crecimiento de las alas. Y una vez que crecen, ya para siempre estarás solo. Solo, pero libre. Como el albatros del poema de Baudelaire, libre y bello agitando tus grandes alas en el cielo, pero torpe y ridículo caminando por el suelo.Huirás de todos los suelos. Vivirás en todos los cielos. Sin raíces, serás un principe de las nubes.

—Me crecieron alas -se oyó murmurar.

Siguió un revoloteo, un agitar de alas que levantó el polvo acumulado en el polvo.

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Trabajando expresión con personas con autismos


Piensan en imágenes claras. Algunos, en imágenes rotas. Sienten sin entender qué es el sentimiento. Quieren, y no entienden eso, porque el amor es complejo. -¿Amor?¿Qué es el amor? -dicen cuando escuchan esa palabra en las canciones. -¿Amor? dicen -los que dicen, los que hablan. -¿Amor?¿Qué es el amor? Dicen lo que no dicen ni callan ni hablan. Yo, callo. El amor es nuestro primer síntoma de que somos seres sociales -pienso.
Sus silencios son puentes entre silencios. Nuestras palabras son puentes entre palabras. Nos subrayamos con palabras. Nos hinchamos con palabras. Nos deshinchamos en silencios. ¿Cómo construir puentes entre puentes, puentes entre sus silencios y nuestras palabras?.
Resbalo contínuamente con ellos. Pero poco importa. Resbalo como quien resbala disfrutando en un tobogán. Confío mi garganta a palabras como peces, y sé que se resbalan de mis labios, y que les llegan como un invitación a ser, a actuar. Es lo que busco, que sean; a través de colores, de manchas, de líneas, de puntos, de escapes, que sean aún a través de no ser. Eso es hermoso.
Resultan ser peces voladores -mis palabras-, y saltan -ellos. Me doy cuenta que hablan conmigo -ellos- mientras hablo conmigo mismo, que hablan con ellos -sus líneas, sus trazos, sus gestos- mientra hablan callando, que hablo con ellos mientras callo conmingo mismo, que callamos juntos al fin, y que al fin, muchas veces hablamos sin hablar, nos miramos cómplices, entendiendo -no hace falta comprender- que somos simplemente humanos.
Se golpean, se escurren o se aplanan, no entienden que el mundo y nosotros no seamos como las imágenes previsibles, ordenadas y concretas de su mente. Una vez conocida, construyo su previsibilidad para hacer un espacio compartido. Con cada persona. Ahí, juntos, estamos. A veces me corto, me hago heridas que sangran adjetivos; ellos los escuchan, pero sólo ven un pájaro que revolotea asustado, una sombra posada sobre la previsible imagen de nuestro ser compartido.


Benito Herreruela,
Talleres de Expresión Artística
de Autismo Araba
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Así, mis huellas.

 
Me detengo. Miro hacia atrás para observar el dibujo que trazan mis huellas. El camino se eleva. Las huellas se cruzan y dan vueltas entorno a vacíos y ecos, y también rodean palabras y silencios que no sé dónde me llevan. Mis pensamientos, mis emociones, no mi cuerpo, son el peso que marca esas huellas.
Van, vienen, avanzan, retroceden, se detienen. Cuando alcance una mayor altitud quizás pueda ver el significado. Construiré entonces un relato con sus formas, para saciar mi sed de sentido. O quizás calle, muchas veces el silencio es el relato más certero.
 
Ahora recuerdo. Las huellas que dan vueltas, las que se cruzan y superponen, fueron un caminar en la noche. Mis ojos no veían. Caminé con los párpados bajados ¿cuánto tiempo? ¿Vivimos con los párpados bajados? Ojos indagando en la niebla, sin brújula, sin horizonte. Pero cuando tuve una brújula, en pleno día ¿qué magnetismo marcó el norte? ¿acaso mis deseos? ¿mis sueños?; ¿acaso mis miedos? ¿el amor? ¿el desamor? ¿qué esperanza?
 
Las gotas de tinta penetrando en el agua de un vaso ¿crean un caos o un orden?. Así, mis huellas.
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De los otros, el mundo.


 
Luna llena del 18 de Agosto, 2016. En Armentia.

 
¿Con quién hablamos mientras pensamos?
El pensamiento hablando consigo mismo,
construyendo el mundo a su medida y semejanza.

El mundo, que es sobre todo el mundo de los otros,
los otros que con sus pensamientos
construyen lo que pensamos.

¿Con quién pensamos mientras hablamos?

 
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El juego de las palabras

 
Imagen: Igor Morski
Todavía escribo sobre papel,
en un bloc de notas que llevo conmigo.
En sus hojas juego con palabras
y el juego deja a veces un poema
ante mis ojos asombrados.

El poema es juego, pero quien juega
es el propio juego.
Son las palabras quienes juegan
con quien escribe,
y en su juego nos empujan
hasta sus límites.

Y a veces sucede que las palabras
nos dejan fuera de su juego.
Quizás entonces nos demos cuenta:
el poema es juego,
y las palabras son útiles máscaras
que protegen nuestros silencios.
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Si olvidamos


Collage de Sammy Slabbinck


Si olvidamos
decirle al agua que somos agua,
o decirle al viento que somos ráfaga

si olvidamos
decirle al cielo que somos nube,
o decirle a la nube que somos llama

cómo recordar
que estamos rodeados de misterio,
cómo barrer el polvo que nos tapa

Si olvidamos
decirle al pájaro que somos aire,
o decirle al aire que somos ala

si olvidamos
decirle al fruto que somos árbol,
o decirle al árbol que somos nada

-Yo sólo sé -oí en un sueño-
que los hombres hablan y hablan
y que hablando olvidan
el sentido de sus palabras

Si olvidamos
decirle al sueño que somos sol,
o decirle al sol que somos galaxias

[de 'El jardín roto', 1977]
 
 
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