sábado

Las miradas perdidas

Rene Magritte, 1964

En las calles, una batidora invisible
mezcla las miradas perdidas.
En el aire, agitadas como alas de palomas, 
bocas sin sus cuerpos
murmuran que nada es verdad ni es mentira.
Mordemos el sol
y nos alumbramos con la escarcha
y la vida se quiebra
entre batalla y batalla.
A veces sólo somos capaces de ver
la cucaracha que todo lo come: 
el tiempo, ese chicle
que nos pega los párpados.
Aquí acaba todo veneno, toda palabra 
—dice una mirada perdida
mientras cierra de golpe su ventana.
Aquí cesa toda jaula de espejos.
He renunciado a todo 
para llegar a mí mismo —dice,
y desde mí mismo quiero
llegar a todo.
Aquí acaba todo veneno, toda palabra:
no hay mentira sin miedo,  
no hay sueño sin muerte; 
el mundo 
es el sueño de los muertos,
el amor 
es el sueño de los vivos
 —dice.

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