En vez de poner alas a las palabras
y hacerlas transparentes
para que en su fondo puedan verse
los barcos hundidos
y los peces que avanzan contra la corriente;
en vez de poner alas, ponemos cepos y trampas,
y añadimos tizones encendidos a su fuego,
o soplamos a su viento con un filo de navajas.
En vez de poner alas a las palabras
para que marquen el camino
y ahuequen los silencios
en los que quepa la esperanza,
ponemos velos sobre los velos superpuestos,
y añadimos venenos a sus anclas oxidadas.
En vez de poner alas a las palabras,
las encerramos en sus jaulas doradas
y les ponemos su comida de adjetivos
y les pedimos que nos canten,
y les ponemos rota su agua.
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