Son discretas y silenciosas. Echan a volar en cuanto perciben un mínimo movimiento. Las sigo a unos metros de distancia, hasta que se cansan un poco y necesitan resposar un breve tiempo. Entonces me acerco cuanto me permiten y las fotografio sin utilizar el zoom.
Algunas mariposas fotografiadas durante estos días de junio en el Bosque de Armentia.
Siempre hay algo que sobra
y algo que falta,
y quizás sean esos excesos
y esas carencias,
volcanes y abismos que nos impulsan
a seguir;
quizás sean esas certezas y sus grietas,
o esas dudas y su insistencia,
lo que nos impulsa a querer completar
ese qué se yo
que nunca llega.
Siempre hay algo que sobra
y algo que falta,
y hay algo que habla y algo que calla,
siempre hay algo que ciega
y algo que asombra,
y algo que aleja y algo que toca,
y la misma mente y el mismo corazón
que tan pronto se congela
como tan pronto se evapora
o explota.
Siempre hay algo que falta
y algo que sobra.
En vez de poner alas a las palabras
y hacerlas transparentes,
-para que en su fondo puedan verse
los barcos hundidos
y los pájaros que vuelan
contra la corriente-
en vez de poner gafas a las palabras,
(para que vean claramente qué señalan y qué callan)
les ponemos cepos y trampas,
y añadimos tizones encendidos a su fuego,
y soplamos a su viento
y mojamos su agua
y añadimos venenos
en sus anclas oxidadas.
En vez de poner alas
a las palabras.
"Uno escribe a base de ser un minero de si mismo”
José Luis Sampedro
Retumban los pasos
cuando me adentro por túneles que llevan
a lo que desconozco de mi.
Hay diamantes -y oro y piedras preciosas-
ahí en las sombras;
entre silencio y vacío
hay también basura y carbón.
Uno escribe a base de ser minero de si mismo
entre el silencio o tras la saturación,
o con la marabunta rodeada sin remedio
de cáscaras vacías y desolación,
uno escribe a base de ser minero de si mismo,
sin mapas ni brújulas, sin apenas luz,
tan sólo con el aire comprimido de la voz
y ritmos que golpean los muros de los túneles
y palabras que tratan de llegar
cada vez más cerca,
con la calidez de un aliento,
al centro del corazón.
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Imagen: Michael Cheval (Mikhail Khokhlachov). |
A partir de un determinado momento
la producción ya no es productiva,
sino destructiva;
la información ya no es informativa,
sino deformadora,
la comunicación ya no es comunicativa,
sino meramente acumulativa.
Uno se entera de todo
sin adquirir ningún conocimiento,
sin vivir ninguna experiencia.
Se ansían vivencias estímulos
con los que, sin embargo,
uno se queda siempre
igual a sí mismo.
(Una lectura de Byung-Chul Han
escrita en forma de poema)
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