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Fotografía: Michael Kenna |
Se empequeñece el mundo
con cada golpe;
con cada zarpazo parece más pequeño;
se empequeñece
como un globo pinchado
que se agitara desinflándose en el suelo.
Se empequeñece el mundo,
y en su decrecer
arrastra ojos y páginas y tinta,
arrastra párpados y pestañas,
y lágrimas y uñas afiladas,
y savia del árbol de la vida.
Se empequeñece el mundo
con cada herida,
hasta quedar zarandeado en vaivenes
de solidaridad y rabia,
agitado en el perfil de una sombra
que a veces el tiempo aviva.
Pero no se empequeñecen los corazones.
Ni los sueños.
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