La solidaridad, practicada en el día a día,
es un ejercicio de humildad.
Y viceversa. La humildad, practicada día a día,
es un ejercicio de solidaridad.
Respetar las dudas, los errores y aciertos,
la ceguera o la lucidez,
dejar que cada persona construya su camino,
y acompañarlo
-si es necesario-
sin desvalorizar ni exaltar,
requiere ponerse en el lugar del otro,
con humildad, con solidaridad.
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